Siento el sol que atraviesa el vidrio de la ventana, ya se escuchan los pajaritos. Me muevo un poco, pero todavía no abro los ojos. Siento tu perfume en las sábanas. Siento nuestro perfume. Es uno de aquellos sueños, no quiero despertar. No estás en la cama, lo sé porque te busco con los piecitos. Tampoco siento tu calorcito, donde estás? Estás?
El olor a café y tostadas inunda la habitación, entrás y te acostás al lado mío. Sigo sin abrir los ojos. Puedo sentir tu pecho contra mi espalda desnuda y tu hermoso pelo. Que me hace cosquillas mientras una manito tuya rodea mi cintura y yo la agarro y entrelazo mis dedos. Me abrazas y me decís despacito al oído que no te deje. Y yo sólo puedo pensar en no despertarme, no quiero, no quiero dejarte, nunca te dejaría mi amor.
Un ruido.
Abro los ojos. La luz se transforma en oscuridad, el calor del sol se desvanece para dar lugar al frío. Los perfumes se esfuman hasta ser humo de cigarrillo. Y ya no estás al lado mío. Ya no estoy en tu cama sino en la mía y no es la mañana sino la noche. Todavía de noche y la realidad es la de antes. La de siempre. La que no quiero aceptar.
Miro el reloj, son las 4:22 de la mañana, no puedo moverme, en 3 horas más tengo que levantarme y cursar Vertebrados. Me siento horrible, otra vez el agujero en el pecho y el dolor de no tenerte.
Algo me dice que esta noche no va a ser diferente. Que voy a dormir para poder al menos soñarte y, que al despertar, voy a pensar en mis sueños. Hasta que suene el despertador y tenga que levantarme.
Me hago chiquitita en la cama, con los ojos abiertos pienso en tus labios y en tu piel. Tanteo para buscar un cigarrillo, no encuentro el encendedor y termino tirando todo de la mesita de luz. Vuelvo a mirar la hora. No. Mejor no, es peor. Tengo que intentar dormir, quizás tenga suerte y te vuelva a encontrar ahí...
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